Una gran oportunidad para afrontar la emergencia sanitaria COVID 19
En pocas semanas, los sistemas de salud del mundo vienen siendo sometidos a la dura prueba de afrontar la pandemia del COVID19. La demanda global de implementos de bioprotección se ha incrementado exponencialmente. Además, con las medidas de aislamiento social, se han paralizado algunas fábricas y reducido los servicios logísticos a lo estrictamente necesario. En este contexto, las órdenes de compra internacionales demoran más tiempo en atenderse y en algunos casos no hay productos para comprar. Podemos darnos cuenta que los hospitales pueden desabastecerse en cualquier momento.
La gran mayoría de la población sigue de cerca lo que pasa a través del Internet y otros medios. No son ajenos a la crisis y se van sensibilizando frente a las necesidades. Se va comprendiendo que estas no serán cubiertas de la forma tradicional. En los foros virtuales comienzan a surgir pequeños grupos de personas preocupadas en analizar las características del problema y plantear alternativas. En pocos días, estos grupos se multiplican en diversas partes del mundo y más las personas se suman a los grupos existentes. La tecnología conecta a las personas en medio del aislamiento social y el esfuerzo conjunto comienza a dar frutos. Diversos diseños y prototipos comienzan a compartirse a través de la red. Se usan los equipos, herramientas y materiales que se tienen en casa. El sentimiento de urgencia es grande y todos están predispuestos a ayudar. Sin más, en unos pocos días, tenemos una fábrica distribuida comenzando a funcionar en la ciudad o en el mundo.
Definimos la fábrica distribuida como un conjunto de unidades de producción ubicadas aleatoriamente dentro de un territorio y que, usando medios tecnológicos, coordinan a distancia y ejecutan procesos de manufactura que les permite producir bienes tal cual lo hace una fábrica tradicional centralizada.
La fábrica distribuida es una gran oportunidad para todos frente a la crisis, para fabricar los productos que ahora son escasos; los que nos sirven para protegernos o incluso proteger a quienes nos ayudarían en caso tengamos que llegar a un hospital. Juntos tenemos que velar por que siga funcionando y lo haga cada vez mejor. No es perfecta, pero es perfectible.
La fábrica distribuida es heterogénea, no tiene un único responsable, se auto capacita, es muy sensible y solidaria frente a las noticias o llamados de ayuda. Si no la entendemos, podemos desperdiciar su capacidad productiva y agregar más problemas a la crisis. Tenemos que ayudarla a producir lo que realmente se necesita y que esta producción tenga la mejor calidad posible.
En lo que va de la crisis, la fábrica distribuida ha comenzado a producir mascarillas, caretas faciales y una amplia variedad de accesorios con tecnología de impresión 3D. Ha diseñando ventiladores mecánicos de bajo costo, aplicaciones de IoT, y hace uso también de tecnologías de inteligencia artificial. Todo en una amplia variedad.
No estamos acostumbrados a la fábrica distribuida. Puede que no la veamos fácilmente pero está entre nosotros. En algunos casos somos parte de ella. Las autoridades y personas más cercanas a los problemas deben contribuir ayudando a especificar las necesidades reales, indicando qué es lo que hace falta, detallando características, cantidades, y cualquier otra información que ayude a las personas a concentrar sus esfuerzos y recursos escasos.
Guardo la esperanza que el reconocimiento de la existencia de la fábrica distribuida nos permita aprovecharla de mejor forma y también tomar conciencia de que no estamos solos frente a esta pandemia y que, de forma colaborativa y coordinada, podremos encontrar soluciones creativas a las más difíciles situaciones.